6. EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD
 

Rocío Jurado

6. EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD







Rocío fue una niña sana, sin embargo, desde aquel gripazo que cogieron ella y su madre nada más poner los pies en Madrid, cuando llegaron llenas de esperanzas de alcanzar una meta que casi esta pequeña dolencia llegó a truncar, muchos fueron los resfriados que ha ido cogiendo a lo largo de su carrera artística.

En la etapa en la que trabajaba en el tablao El Duende, cada dos por tres se resfriaba. Tantos y tantos catarros cogió que Gitanillo de Triana llegó a pensar que se trataba de un truco para que la echaran de menos y así le ofrecieran un sueldo más alto por acudir de nuevo al tablao. Aunque la realidad era otra muy diferente, y los resfriados se han ido sucediendo desde entonces. Al principio los achacaba al cambio de clima, pero en la actualidad se siguen sucediendo año tras año, impidiéndole en ocasiones realizar algunas galas previstas o acudir a alguna cita o entrevista.





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Estos pequeños contratiempos no han preocupado nunca ala cantante de Chipiona que procura cuidar su salud de forma muy concienzuda, y para lo cual se somete a un chequeo completo cada seis meses. Tiene claro que su cuerpo y su voz son sus herramientas de trabajo, por lo que deben ser revisadas y cuidadas con esmero, para que así pueda cumplir con todos sus compromisos, en plenas facultades.

El primer contratiempo serio de salud que sufrió Rocío fue en el año 1973, cuando le descubrieron un nódulo en la garganta. Esta afección suele presentarse en aquellas personas que emplean mucho la voz en el trabajo, como son maestros o cantantes por ejemplo.

Como es lógico, el hecho de someterse a una intervención quirúrgica, siempre impone un temor en cualquier persona, pero en su caso aún se vería aumentado por el hecho de que su voz se viera modificada de alguna manera tras la operación, de tal forma que aunque pudiera seguir hablando, ya no pudiera volver a cantar nunca más.

Aunque los médicos le prometieron que esto era muy difícil de que llegara a suceder, la procesión iba por dentro. Finalmente se operó y tuvo que estar nueve meses sin cantar, para así poder recuperarse del todo.

Aquella experiencia coincidió además con la ruptura sentimental con el novio que durante siete años había compartido su vida amorosa y a la vez su vida artística, ya que también desempeñaba el papel de su representante.

Otro susto y u n nuevo quebranto de su salud lo supuso una grave hemorragia que pudo costarle la vida, de no haber sido detectada a tiempo e ingresada en un centro hospitalario. Esto ocurría en septiembre de 1975. Afortunadamente, la cosa quedó en un buen susto y e un tratamiento que desde ese momento se instauró para impedir que de nuevo pudieran volver a presentarse las hemorragias. A partir de este susto, Rocío no suele tomar ningún tipo de medicación que no sea corroborado por su médico personal, el doctor Antonio Muñoz Cariñanos.


Poco después, en el año 1976, se casaría con Pedro Carrasco y un año después nacería su primera y única hija. Durante algún tiempo no tendría que preocuparse por su propia salud, no obstante, en cualquier madre, la preocupación por la salud de un hijo recién nacido es constante. Se le ve tan pequeño, tan indefenso, que casi parece un milagro que pueda sobrevivir. Aunque la mayoría de bebés suelen tener pequeñas enfermedades que van haciendo madurar sus defensas, por fortuna son más fuertes de lo que su aspecto físico pudiera aparentar.





        




Rocío, con su trabajo y con su hija, pasó esta primera etapa con el lógico desasosiego de cualquier primeriza y además con el malestar interno de tener que alejarse de vez en cuando de su pequeña para cumplir con su trabajo. Sólo la madre que debe trabajar y dejar al cuidado de los demás a sus hijos sabe lo que se llega a padecer. La de veces que uno se plantea dejarlo todo, tirar la toalla y meterse en casa, como lo hacían las mujeres sencillas de Chipiona. Hay como un remordimiento interno que va echando en cara, la traición que supone ser mujer, ser madre y optar por el trabajo en lugar de cuidar de la prole, como cualquier otra especie animal.





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Por desgracia hay compromisos que no pueden soslayarse y hay muchas personas que dependen de una artista de la talla de Rocío a los que no se puede dar esquinazo. Hay que apretarse el corazón, tragarse las lágrimas y seguir trabajando, porque para ello se ha luchado con uñas y dientes durante toda la vida y porque se quiere lograr un futuro diferente para esa hija que está creciendo, en el que no tenga que enfrentarse a nadie para dedicarse a aquello que más le plazca. Pero a pesar de todo, se sufre muchísimo.




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Además de todas estas contradicciones que como buena madre sufrió Rocío después de tener a su hija, un acontecimiento muy triste iba a añadir nuevas preocupaciones y amarguras.


Poco después de la boda de Rocío y Pedro, la madre de la artista, su compañera infatigable, empieza a manifestar los primeros síntomas de una penosa enfermedad. Los médicos son muy tajantes, hay que operar a vida o muerte. Si no se sometía a una intervención quirúrgica, tendría muy pocos meses de vida y si la operaban quizá le quedara algo más de tiempo, no se sabía cuánto, pero al menos su calidad de vida aumentaría en el poco o mucho tiempo que le quedara. La decisión, en cualquier caso, también era muy difícil de tomar, ya que se añadía el riesgo de la propia operación. Por fin doña Rosario, afrontó con valentía esa complicada operación: se operaría, ya que, por lo menos podría asistir al nacimiento de su nieta.











En efecto, todo salió tal y como ella misma lo había previsto. Superó la intervención y pudo llegar a conocer a su nieta Rocío, aunque disfrutaría muy poco tiempo de ella, en 1978 moría Rosario Jurado, dejando un hondo pesar en toda la familia, pero muy especialmente en el corazón de Rocío, ya que juntas habían vivido momentos muy duros y momentos muy bonitos. Habían compartido durante años las ilusiones de la música y sus sinsabores, pero también las mieles del éxito.









 

Por todo ello, Rocío en todas y cada una de sus actuaciones en público siempre le dedica la canción que en honor a doña Rosario Jurado escribió Manuel Alejandro y Ana Magdalena:


"Algo se me fue contigo, madre.

Algo se me fue prendido, madre,

en las alas de tu alma, madre,

o en el último suspiro, madre,

Algo siento que me falta, madre"


La decisión de tener un segundo hijo fue postergada muchas veces so pretexto de tener demasiados compromisos, demasiadas galas, sin embargo, por fin llegó el momento que los dos habían deseado y en 1981, Rocío queda de nuevo embarazada. La alegría y satisfacción que este hecho le producía se verían muy pronto truncadas, ya que perdería al niño.
 

"Cuando perdí al hijo que Pedro y yo esperábamos, recibí un golpe terrible, me quedé un poco frustrada, acomplejada, vacía como mujer. Gracias a la ayuda de Pedro, que no me dejó sola ni un instante, logré levantar mi ánimo"

Mucho se habló entonces de la esterilidad que a raíz de aquel aborto tenía Rocío, aunque ella siempre desmintió estas especulaciones.

"Algunos piensan que no puedo tener más hijos, pero todas las revisiones médicas y ginecológicas que me han hecho no hace mucho lo desmienten. En cualquier momento, pues, puedo daros la sorpresa"


Sin embargo, jamás pudo darnos esa sorpresa, ya que su segundo hijo nunca llegó, ésta es quizás una de las cosas de las que más se ha arrepentido en su vida, primero debía recuperarse físicamente del aborto, después debía vencer también el temor psíquico a "fallar" otra vez y, por último de nuevo la lluvia de contratos, los continuos viajes a Hispanoamérica, los compromisos, las galas, las actuaciones, los discos... impidieron encontrar el hueco preciso para ser de nuevo madre.

"Me hubiera gustado mucho tener otro hijo. Ésa es una de las cosas que me he dejado en el camino y de la que me arrepiento con toda mi alma. No tenía que haber ido postergando continuamente la llegada de otro hijo. "Bueno, el año que viene- me decía a mi misma- que ahora tengo muchos compromisos que cumplir" Y claro, ahora no me queda más remedio que asumir mis propios errores.










Precisamente fue ese exceso de trabajo y esa responsabilidad de asumir todas las galas y acudir a todos los lugares para no defraudar a nadie, en donde es reclamada su música, las causantes de un agotamiento extremo, que le llevó en octubre de 1986 a cancelar todos sus compromisos y someterse a un tratamiento anti-stress. En efecto, aquel había sido un durísimo verano, sin apenas tiempo para descansar, actuando cada día en un pueblo distinto y teniendo que dormir como aquél que dice, en el propio vehículo. Todo ese cansancio acumulado día tras día le produjo una serie de desmayos y una afectación general que obligó a los médicos a tomar la decisión de mantenerla en reposo absoluto hasta que se recuperara de los excesos de trabajo.


En el año 1987, Rocío vuelve a tener un nuevo susto. En uno de los chequeos a que se suele someter cada seis meses, le encontraron "una cosita" en el hígado. Con sus antecedentes familiares, no es de extrañar que se llevara un susto tremendo y estuviera durante algunos meses presa de una angustia indescriptible, que sólo conocen quienes compartieron con ella aquellos momentos.

 

Por suerte, todo quedó en eso, en un simple susto, ya que en controles posteriores más específicos y exhaustivos, no se apreció anomalía alguna. "Creo que ésta fue una de las noticias más maravillosas que me han dado en la vida".

Ese mismo año moría víctima de Sida un famoso maquillador, por cuyas manos habían pasado las cantantes, actrices y mujeres más famosas del país. La morbosidad que suscita esta enfermedad junto con el miedo a contraerla, fueron elementos que suscitaron rápidamente la polémica. Algunos personajes hablaron incluso de realizarse los análisis de sangre para comprobar que no habían contraído el virus. Rocío Jurado, quien también había sido maquillada en numerosas ocasiones por él, zanjó la cuestión de una forma muy tajante: "Yo lo único que siento es su muerte"


Una infección en su oído derecho la obliga a retrasar la grabación de su nuevo disco con canciones de Juan Pardo. Por ello en el mes de marzo de 1988 es ingresada en el Hospital Rubens Internacional de Madrid, para realizarle un drenaje de este mismo oído.

Hasta ese momento, aunque había padecido algunas dolencias, no habían sido demasiado graves. Sin embargo, la separación definitiva de su marido la sumió en uno de los estados más negros que ha padecido nunca. Ella que ha sido siempre y es una mujer fuerte que se ha sostenido a sí misma con un gran temperamento y un empuje que la han sacado de situaciones muy adversas, nunca pensó que caería en una depresión tan grande, de la que afortunadamente salió aunque con muchas dificultades, y tras pasar los meses más negros y más terribles de su existencias, en los que llegó a pensar en quitarse su propia vida.











"La separación me produjo un sentimiento de desamparo muy grande que me ha costado mucho remontar. Tuve una depresión grandísima. Llegó un momento en el que la crisis era tan grande que me dio una especie de ataque, en el que me quería matar e incluso me llegué a agredir. El cuerpo me quedó tenso y casi no me respondía. Yo creo que fue entonces cuando se me produjo la hernia discal. Fue terrible, pero al mismo tiempo fue como tocar fondo y empezar a salir a la superficie. Fue el inicio de mi recuperación porque hizo que me diera cuenta de que no podía seguir de aquella manera"




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Rocío con su carácter temperamental, puede deprimirse con cierta frecuencia, aunque jamás hasta ese extremo.

"Lo que me saca de las depresiones es la fuerza que me da mi trabajo. Lo hubiera dejado todo si sólo fuese una artista que trabaja por el hecho de ser famosa, ganar dinero o vivir mejor, pero qué va, de vivir mejor nada. Aunque eso no se sabe hasta que no estás en ello. Se malvive, se malcome, se mal-ama... Hay una renuncia continua con tal de no defraudar al público"

Fue precisamente su profesionalidad, junto con el amor de su hija y el apoyo de su familia y de sus amigos, los que lograron ayudarla a superar esa depresión.


"El público no tiene ninguna culpa de lo que me está ocurriendo a mí. A lo mejor han estado ahorrando para poder verme una vez al año y yo no les voy a aguar el día. No me da la gana, salgo, me pongo las pilas y, aunque en el camerino esté hecha polvo, en el escenario, me crezco"





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Aunque ella opine que fue la depresión la causante de que padeciera una hernia discal que a punto estuvo de dejarla coja para siempre y que obligó a intervenirla quirúrgicamente, lo cierto es que es difícil saber el origen exacto de esta afección. Los primeros síntomas se presentaron mientras cantaba en una gala en San Juan de Aznalfarache (Sevilla). Allí le sobrevino un dolor intensísimo que le impedía realizar movimientos. Dos meses después todos los especialistas consultados eran partidarios de operar, por lo que Rocío fue ingresada en la clínica de la Cruz Roja de Triana, en Sevilla, en donde el 19 de junio de 1990 era intervenida por el neurocirujano Dr. Manuel Revuelta.

La operación fue un éxito y a pesar del miedo que pasó la cantante de Chipiona, tuvo motivos para sentirse animada y alegre ya que todo el mundo se volcó en ella: los tunos la rondaron, el flautín y el tambor del Rocío tocaron para ella, la gente se agolpaba en las puertas de la clínica...

"Toda España vivió mi operación de la hernia discal, el maravilloso pueblo, los compañeros, desde folclóricas como Lola Flores o Isabel Pantoja, hasta los rockeros más heavys, les doy las gracias a todos" eran las palabras de una Rocío recién operada.

Superadas ya todas las dificultades a nivel de salud, solamente queda un punto pendiente, que sigue dando problemas a Rocío. Se trata de una alergia a la vitamina B, que la obliga a mantener un régimen muy estricto, ya que si come algún alimento que contenga esta vitamina, aparece una gran hinchazón por todo su cuerpo y cara.









De todas formas, Rocío siempre suele decir: "Sólo le pido a Dios salud para poder trabajar y seguir haciendo lo que llevo a cabo desde hace varios años"









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