ROCÍO - POR ANTONIO GALA
 
  1.  
Rocío Jurado


Por Antonio Gala










"Rocío es una mujer del pueblo, que toma del pueblo toda la fuerza y la revierte al pueblo, enriquezida por la música y el prodigio de su voz".






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Rocío Jurado goza del privilegio de estar sentada en las rodillas de los dioses, es decir, todo lo que aparentemente malo le sobrevenga se convertirá en beneficio de ella. Por una razón bien clara, ella tiene un rosal rojo en la garganta del que deriva toda la pasión y todo el estremecimiento de cuanto sale de ella, y tiene un rosal blanco en el corazón que continuamente nos da a quienes la queremos, nos da su perfume y su luz.







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Un ser humano que no tenga misterio, no es nunca apasionante.
Hay quien lo tiene a flor de piel y hay quien lo encubre bajo la alegría, como Rocío Jurado, por eso es doblemente misteriosa.

Ya su nombre lo apunta:
Primero Rocío, algo leve, menudo, jubilioso, brillante.
Luego Jurado, algo hondo y secreto, que rubrica y que sanciona.

Rocío sola, en su desgarrador diálogo de amargura y fulgor.
Llamandonos, citandonos con los codos en alto como un banderillero de la nada.

Desentendida pero condescendiente.

Provocativa pero inasequible.

Sagrada pero nuestra.


Tiembla la cantaora y nos quita a nosotros el temblor.

Hay va Rocío Jurado, en su Miercoles Santo, en su trono de Miercoles Santo, con una majestad tan irremediable que no requiere súbditos asi misma se basta, y eso es Andalucía.





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Nos acordamos oyendola de cuanto vivimos y de cuanto pudimos haber vivido, de lo que sabemos y de lo que no sabemos, por que no somos casi nada, pero hay en esa voz como una mano que nos acaricia, una mano más grande que la vida.

Rocío como el amor y el mar siempre es la misma y siempre es otra, con cada tema mueve un pliegue de ese manto espesisimo del cante o un trocito de su orla, ese manto que dispusieron sobre sus hombros sin pedirle consentimiento, mucho antes de nacer.

Un manto hecho desde el principio para las madres que se mueren y las amantes abandonadas y los hermanos presos, y el amanecer y la agria juerga y las bodas temibles y el olvido y las ducas negras y los plenilunios y los celos y las limpias palomas y la trilla y los serranos malos y las malas partidas y la fragua y el pozo y el pelo alucinante y los cuchillos y las ingratitudes y el amor y el amor y el amor que nos duele que nos sigue doliendo y nos dolerá siempre en el mismisimo centro de los huesos

Por eso es por lo que Rocío Jurado cuando canta nos representa a todos.



Antonio  Gala







 





Antonio Gala nos da su Rocío
 

Cuando Gala habla, algo pasa.

Junio 2006




 
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Han sido unos días aciagos, siguiendo la agonía y muerte de una cantante, Rocío Jurado que, ay, era ya parte de lo español en todo el mundo. "Te doy mi palabra" programa radiofónico presentado por Isabel Gemio,  ha regalado sus ondas a la memoria de esta mujer. No ha faltado la voz de su amigo Antonio Gala; poemas a granel. Isabel Gemio, como siempre pero con lágrimas.
 
No es común encontrar la voz de Antonio Gala a lo largo del dial. Pero hoy sabía, y sentía, que tenía que estar. Isabel Gemio, en Onda Cero, ha reunido a varios amigos de "la chipionera" que han celebrado con palabras su lado humano.
 

Lo último que supe de ella es que había soñado conmigo dos días antes de morir, o tres, y que quería contarme el sueño. Probablemente me lo contará en cualquier momento, estoy seguro.

Isabel Gemio:

¿Te pasa lo mismo que a muchos, no? ¿Nos cuesta creer que físicamente no podamos abrazarla, su risa, esa ironía, ese sentido del humor que tenía Rocío? ¿Verdad, Antonio?

Antonio Gala:

Esa gracia profunda y esencialmente andaluza, y esa dulce mala intención, y ese ponerse a golpear con los dedos en la mesa ya de madrugada cuando se había tomado su ginebrita diciendo que era un agua con hielo. Entonces, de verdad, quizá todo eso lo hayamos perdido, pero lo hemos tenido...Lo hemos tenido y nos envidiarán los que no lo tengan. De verdad que dentro de algún tiempo cuando después de oir a Rocío te digan ¿y tú la conociste?, y tú digas sí, con orgullo, y cuentes cosas de ella...Las cosas son asi, las cosas son siempre de la misma manera. No se sabe a dónde vamos ni de dónde venidos, pero sabemos lo que hacemos cuando se levanta la voz como un chorro de agua fresca y cae luego como una rociada sobre las plantas que a lo mejor están un poco secas y reviven. Eso sí que sabemos lo que es.

 Lo que se hace mientras se está aquí sí se sabe lo que es. Y la bondad que se derrama cantando y llorando, y cantando como yo he oído cantar a Rocío, no sólo la canción o la copla, si no el flamenco que cantaba, y el espiritual negro, de negra que de repente por los centros del cuerpo le habían blanqueado la piel...eso es muy difícil de contar y muy envidiable.

Prosa que impresiona. Voz suave de señorito, ideas vibrantes, personalidad firme del escritor del amor maldito.

Varios testimonios van pasando hasta que Gemio se agarra al micrófono para entonar el final a este sentido homenaje. Escuchen.

Tenemos que terminar. Y es difícil, es realmente difícil porque yo he dicho que en la vida me considero primero siempre persona; amiga antes que periodista. Pero, bueno...Murió como vivió, luchando y rodeada de su gente, su fuerza, su estímulo. Hasta el último momento se preocupó más por los suyos que por ella misma. Quería vivir, era demasiado joven y necesaria para morir. Ese es el precio de la inmortalidad; los más grandes no se mueren viejos. Sin embargo, lo que ella hubiera dado por envejecer junto a los suyos, y vivir, y viajar por placer y tantas cosas que no había hecho. Porque Rocío, Rocío vivía para cantar y cantaba siempre como la primera vez, con la misma entrega de los quince años, cantaba con el alma, vivía con el alma, se enfadaba con el alma.

Ojalá ese público al que tanto dio, los jóvenes que sólo han conocido a la Jurado de la prensa rosa, se acerquen a su legado musical, tan rico, tan variado, tan inmenso, y por fin se le vea como lo que realmente es, la voz más extraordinaria de la música española. Una intérprete única, irrepetible.

Para mí ha sido un honor conocerla sin focos, pero con la misma luz. Me deja un hueco tan grande, como lo era su presencia, su amistad, su sonrisa y su ternura. Bendita sea la inmortalidad, señora,...pero me he quedado un poco más sola, y duele, duele mucho su ausencia.

Hasta siempre Rocío, porque ya para siempre estarás en la memoria de mi corazón. Buenos días.

La voz rota, compungida de veras, hoy Isabel Gemio sonaba más creíble. Exagerada en el tono, como ella emite (pónganle al texto miles de exclamaciones)... Me quedo con el ¡Adiós, amor mío! que se le arrancaba a Carlos Herrera de la garganta, de las entrañas. Herrera, a lo hora de sentir, nunca defrauda.







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