Rocío Jurado
1. FRENTE AL POP INGLÉS
Se he dicho sobre ella que es "una cantante con poderío". Cantante y "cantaora". En el flamenco domina muchos palos. Y en la canción, ha triunfado en la copla, en la balada romántica y hasta interpretando rancheras.
Es Rocío Mohedano Jurado, nacida el 18 de septiembre de 1944 en Chipiona (Cádiz). La mayor de tres hermanos. Su padre, Fernando, era zapatero. Su madre, Rosario, dedicada a sus labores. Y los dos, muy aficionados al cante.
Rocío conserva su primer recuerdo de la infancia en la tienda de comestibles de su abuela: "En cuanto veía a más de cuatro clientes me faltaba tiempo para subirme al mostrador, y allí me ponía a cantar y a bailar".
Estudió en el colegio de la Divina Pastora , de cuyo coro formó parte. La primera pieza que cantó en una fiesta escola fue "Nos conocimos de niños", que no era muy apropiada para su edad, pues reflejaba la amistad de una niña que quería ser artista de la canción y un niño que soñaba con ser torero y al cabo de los años él se olvidaba de aquélla y moría una tarde ante las astas de un toro. Rocío volcó toda su capacidad dramática para conmover a su audiencia infantil.
El padre de Rocío, cuyo apellido procede de Turquía, tenía justa fama de zapatero artesano. Rocío le ayudaba algunas veces en el taller, con una máquina llamada "de aparar", con la que hacía costuras, pespuntes y remates en los botos camperos. Su progenitor murió teniendo Rocío sólo doce años. La familia se vio abocada a la pobreza. Los tres hermanos se fueron a vivir son sus abuelos.
Se presentó después en un concurso radiofónico en Radio Nacional de España, en Sevilla. Interpretó "Mañana sale", uno de éxitos de la Piquer. Estuvo muy graciosa, vestida con un mantoncito y portando entre sus manos unos décimos ,ya caducados, de lotéría. Ganó doscientas pesetas en metálico, un corte de traje, unas medias de nylon (que su madre no le dejó ponerse, porque era todavía una cría) y una botella de gaseosa de la marca patrocinadora del concurso.
Rocío se convirtió en asidua de los concursos radiofónicos de la región. En el siguiente la premiaron con un corte de abrigo. Cuando se cansó de los concursos, soñando con ser algún día como Rocío Dúrcal, que era su estrella juvenil preferida, empezó a dar la lata a sus abuelos para que la llevaran a Madrid, " a ser artista de las de verdad".
Fue su abuelo quien le prestó ocho mil pesetas. Con ese dinero, Rocío se plantó en la capital de España, vigilada de cerca por su madre, que no la dejaba ni a sol ni a sombra.
Lo primero que hizo Rocío en Madrid, tras instalarse en una modesta pensión, fue inscribirse en la cademia del maestro Quiroga. Se desilusionó pronto, al darse cuenta de que el celebrado compositor no daba clase a las artistas noveles, sino uno de sus pianistas, Alejandro del Valle, con quien Rocío ensayaba tres canciones diarias. Pianista que, al decir de Rocío, le daba unas clases muy aceleradas, con tal de irse a la calle cuanto antes, lo que a ella le exasperaba.
Transcurría el año 1961. Madre e hija se estaban gastando sus exiguos ahorros. Se acordaron de una señora que venareaba en Chipiona y que les había dado un día su dirección en Madrid "por si necesitaban algo". Era Concha Fernández, vuida del que fuera matador de toros "El Yoni". Recurrieron a ella. Rocío le pidió que si podría conocer a Conchita Piquer. Y hasta su casa de la Gran Vía se encaminaron, tras fijar por teléfono una cita.
Con toda la inocencia y buena fe, Rocío, ya ante doña Concha, interpretó algunas de las creaciones de ésta, creyendo que con ello iba a halagarla. Pero la artista valenciana, mirando muy seriamente a Rocío, le dijo:
- Niña: tú lo que tienes es mucha cara...
Aparte de lo ya sbido en esta historia, Rocío salió de aquella casa y mientras bajaba las escaleras derramó muchas lágrimas. Nunca olvidó Rocío su encuentro con aquella mujer que tanto admiraba.
La tal Concha Fernández, que por lo que contamos tenía buenas relaciones en el ambiente artístico, proporcionó a Rocío Jurado su primer contrato profesional. La envió al "tablao" de Pastora Imperio, que se llamaba "El Duende" y lo dirigía su yerno , Gitanillo de Triana, el torero. Rocío pasó a formar parte del coro flamenco de la casa. Para dar palmas y animar el cotarro, a razón de trescientas pesetas diarias. Hubo que pedir más dinero al abuelo para hacerse unos trajes, y el buen hombre les giró tres mil quinientas pesetas.
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